Una boda sustentable es posible

Maka y Fran se casaron y cuentan su ejemplo de cómo cuidaron cada detalle de la celebración para así contagiar a otras parejas, a pasarla bien sin descuidar el medio ambiente y los animales.

 

Siempre tuvimos claro que nuestra boda tenía que ser fiel a nuestros valores y a lo que somos como personas individuales y como pareja. Si íbamos a celebrar nuestro amor, era un amor a lo que es Maka, lo que es Fran, y lo que es la pareja. No queríamos seguir protocolos y tradiciones, por el hecho de que “siempre se hizo así”. No queríamos que el foco estuviera en los brillos y ruidos de la fiesta, sino en el sacramento del amor. Y el amor nosotros lo vemos en los pequeños detalles del día a día.

 

Una de las primeras cosas a resolver como pareja próxima a casarse es el lugar. Y un principio de la sustentabilidad es que todo sea en un mismo lugar, y cercano a dónde viven los invitados. Al ser de ciudades distintas nuestros invitados estaban desperdigados a lo largo y ancho del país, por lo que podíamos hacerlo todo en un mismo espacio pero todos los invitados iban a tener que trasladarse. Elegimos un hotel en el interior de Salto porque nos daba el plus de celebrar el casamiento durante todo un fin de semana, rodeados de la naturaleza, aprovechando al máximo el traslado de los invitados y pudiendo cambiar la típica forma de vivir las bodas: pasar de la vorágine y ritmo desenfrenado de rutinas estandarizadas, donde apenas cabe el tiempo para respirar, a vivir lo que se conoce como “slow wedding” una boda donde se pueda saborear los diferentes momentos sin correrías. Elegimos una boda relax, con tiempo para prepararla y vivirla, hacerla en un fin de semana, alejados de la ciudad y con conciencia plena. Disfrutamos al preparar cada momento. Con alegría diseñamos nosotros nuestras invitaciones, soñamos y armamos la celebración religiosa y la fiesta, pensamos en detalles con los que nos identificamos, apuntando a la sustentabilidad y eligiendo todo con intención.

 
 

 

Una de las condiciones para elegir el lugar fue que aceptaran un menú completamente vegano. Conscientes de que la industria ganadera afecta gravemente al ecosistema y contribuye al cambio climático, dañando el aire, el suelo y el agua; ambos seguimos una dieta basada en plantas, y una ética que nos compromete más allá de lo que ingerimos; puesto que entendemos que todos los seres sintientes tienen derecho a la vida y a no sufrir ni ser explotados.

 

Lo ecológico y vegano fue también una condición para nuestras prendas. Buscamos telas naturales nobles y orgánicas, y diseños fieles a nuestros estilos de imagen personales. Admitimos que no fue misión sencilla… Maka visitó más de 10 diseñadoras y modistas antes de encontrar una que sintiera que la comprendía. Entre las propuestas rechazadas hubo: seda, cuero, plumas, tela con sintéticos, ballenas de plástico. No nos rendimos y encontramos una diseñadora de slow fashion uruguaya dispuesta a hacer un vestido hermoso, romántico, natural, ecológico y vegano. Luego de mucho buscar, conseguimos telas de encaje y base que no sólo eran bonitas sino que eran de algodón con certificación GOTS (algodón orgánico, sostenible, sin tóxicos, hecho con trabajo digno) y BCI (producción sustentable). En sus pies, Maka llevó unos calzados veganos de algodón orgánico y caucho natural, con tintes naturales y bordados a mano por una artesana uruguaya, que vuelve a usar en su día a día. El tocado fue de flores naturales. Y el maquillaje fue 100% vegano y no testeado en animales. El traje de Fran y su corbata eran 100% de lino natural, hechos a medida y la camisa era 100% de algodón. En sus pies usó unos calzados veganos y ecológicos, realizados artesanalmente y que también Fran los usa en la cotidianeidad.

 

Creemos que las pequeñas acciones hacen la diferencia y elegimos una decoración basada en flores y follaje. Además, creemos que para cuidar el ambiente es importante limitar al máximo el uso de plásticos y derivados del petróleo, por lo que tomamos algunas medidas al respecto. La invitación fue digital, y tuvimos algunos detalles, como cancionero de la ceremonia, impresos en papel reciclado. Como era verano, regalamos repelente natural en frascos de vidrio, y alcohol para las manos por la pandemia, también en frascos de vidrio. No hubo el clásico cotillón impregnado de plástico de un sólo uso. En su lugar, regalamos sombreros tipo Panamá hechos de papel, abanicos de papel y molinetes de viento también de papel. Para potenciar el ambiente festivo, pensamos por fuera de la caja, y les ofrecimos a los invitados experiencias lúdicas: futbolito, jenga, y ping pong durante la fiesta.

 
 

 
 

Una celebración personalizada y profunda, en un entorno natural, cuidando el medio ambiente, vestimenta orgánica y sustentable, alimentación basada en plantas, y detalles amigables con el ecosistema, nos permitieron celebrar una slow wedding sostenible y muy feliz.



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