
Un símbolo con presencia
La caza furtiva, la explotación de los recursos, la pérdida de los hábitats naturales idóneos para las etapas de la vida del oso, como “animal paragua” del ecosistema montañoso, han provocado a lo largo de los años la matanza del oso pardo pirenaico hasta poner esta especie en peligro de extinción.
Por Michel Schlaifer.
Viven todavía, en algunas partes del mundo, animales que inspiran, que provocan admiración y respeto…miedo también. Animales que fascinan, aunque no los veas durante tus cuidadosas expediciones. Animales que te alegra saber que están allí, que viven en estos bosques, que se ocultan entre las piedras y estas ondulaciones del terreno, cruzando estos ríos, subiendo en estas laderas, dejando sus huellas en la arena o en la nieve: el jaguar latinoamericano, la pantera de nieve del Himalaya o el oso pardo de los Pirineos son de estos animales que generan fascinación y alegría, emoción y silencio, encanto e impacto espiritual.
Hay múltiples índices de su presencia, como huellas, heces, pelos y rasguños en los troncos, pero muy raras veces podrás sorprender u observar estos animales de forma directa, por lo menos si eres como yo, un caminante normal, amante de la naturaleza. Si, por casualidad, esta extraordinaria oportunidad ocurre, estoy seguro de que las imágenes del encuentro se quedarán clavadas en tu mente, en tu respiración, sobre tu piel. Como me pasó al “sorprender” un oso negro, a hora muy temprana de un día, en un parque de Quebec, Canadá.
Desde muy joven, voy conversando con el oso pardo de los Pirineos. En nuestros valles de montaña, antes de casi desaparecer por la estupidez del ser humano, el oso estaba presente en los bosques, en las cumbres o en las cuevas. Estaba, y está todavía, en nuestras mentes, a través de los mitos, las leyendas, los cuentos y nuestra identidad sociocultural local.
Al urbanizarse, la sociedad no ha perdido sus raíces, su admiración y atracción ambivalente hacia el oso: respeto versus trofeo, convivencia versus dominación. La caza furtiva, la explotación de los recursos, la pérdida de los hábitats naturales idóneos para las etapas de la vida del oso, como “animal paragua” del ecosistema montañoso, han provocado a lo largo de los años la matanza del oso pardo pirenaico hasta poner esta especie en peligro de extinción.
Con la presión de las convenciones internacionales, de la sociedad civil y de algunos científicos, el mundo político se vio obligado a desarrollar en los Pirineos un programa a largo plazo de reintroducción del oso, con medidas de acompañamiento a las actividades productivas en la montaña: es decir principalmente el pastoralismo y el montañismo. Muchos de los pastores entrevistados dicen, con orgullo y estrellas en los ojos, que sí, se puede cohabitar con el oso. La montaña, insisten, no pertenece al ser humano, sino que es naturaleza donde se vive y se comparte. Políticas públicas nacionales y europeas apoyan técnicamente y financieramente medidas para mejorar las condiciones de vida y de trabajo de los pastores, viviendo meses en la montaña durante la época de la trashumancia.
Los elementos sobresalientes para una coexistencia de la actividad ganadera en estas montañas, donde viven grandes mamíferos como el oso, son subsidiados por el plan Oso con fondos públicos. Se fundamentan en 1) una presencia permanente del ser humano (un ovejero o una pastora), 2) un parque de protección donde guardar las ovejas durante la noche, 3) un perro de pastor criado desde su infancia dentro del rebaño de oveja para identificarse a “sus pares”, y 4) un dispositivo para asustar un oso que se acercaría de la cabaña (luces y sonidos que se activan de forma automática cuando un animal cruza los sensores remotos estratégicamente ubicados). Las experiencias demuestran que cuando se usa el conjunto de estas medidas, no hay ataques de oso a los rebaños. Puede ocurrir muy raras veces por un animal cuyo comportamiento ha desviado. En este caso, disparos para asustarlo y alejarlo son autorizados, con balas de plástico, pues, matar a un oso es totalmente ilegal.
Más allá de este sistema técnico, existe un dispositivo de compensaciones económicas en caso de pérdida de oveja (una vez que esté comprobado que se trata de daños causados por el oso). Un balance de estos pagos por daño muestra que muchos propietarios ganaderos, que no viven en las alturas a la diferencia de los pastores, aprovechan estas compensaciones de forma escandalosa: ocultan perdidas por razones totalmente distintas a ataques del oso (por los perros vagabundos o por accidente en los barrancos) para recibir los montos económicos previstos solamente para compensar lo provocado por el oso. Hay muchas exageraciones en el inventario de los daños causados por el oso e indemnizados. El balance 2019 de los daños causados por el oso ha sido sujeto a 2 versiones distintas, establecidas por los servicios gubernamentales. La primera versión ha sido pública y menciona más de 1100 animales matados por el oso. Sin embargo, 2 meses después la misma entidad pública edita una segunda versión (no difundida) precisando el número de 562 animales indemnizados por causa (o sospecha) del oso: ¡la diferencia es significativa! Hay una falta de transparencia evidente, lo que genera confusiones sobre los verdaderos daños del oso, su grado de peligrosidad asociados con posibles fraudes en el uso del dinero público.
Los Estados francés y español tienen compromisos nacionales, europeos e internacionales para mantener la población de osos en estado de sobrevivencia y con condiciones para su desarrollo. El plan francés “Oso para 2018 a 2028” establece que se debe reemplazar cada oso matado “de forma prematura por causa antrópica”. Desde junio de 2020, 3 osos han sido matados por seres humanos. En tan pocos meses, más del 5% de la población ursina de los Pirineos ha sido eliminada.
La Comisión Europea confirma que el estado de conservación del oso pardo en Francia sigue desfavorable e insiste a las autoridades francesas en respetar sus compromisos. Es decir que, en el año 2021, se deben reintroducir por lo menos 3 osos en reemplazo a los que mataron. Las experiencias de reintroducción con osos procedentes de las montañas de Eslovenia son muy exitosas. Las variedades son genéticamente compatibles para permitir la reproducción y los hábitats naturales de los Pirineos permiten la instalación de estos animales.
En 2020, se cuenta con una población de osos de alrededor de 50 individuos, a lo largo de la cordillera de los Pirineos, usando ambas laderas (norte, Francia y sur, España). Se han detectado por lo menos 12 ositos, lo que demuestra que el oso está en un hábitat adecuado en estas montañas. Sin embargo, falta mucho todavía para garantizar una mejor protección, para ampliar y replicar las experiencias positivas de una cohabitación exitosa, de aprender a vivir juntos, de difundir los co-beneficios ambientales, culturales, turísticos y económicos, y completar la restauración de la población ursina.
Con la perspectiva del Congreso Mundial de la UICN en Francia (Marsella) y de la COP15 de la convención de diversidad biológica en 2021, no proteger de manera eficiente los osos pardos y no reemplazar aquellos matados sería una señal muy negativa de Francia sobre sus compromisos en beneficio de su patrimonio. En las próximas décadas, será siempre una sorpresa inspiradora soñar con el mito y con la presencia del oso pardo en los Pirineos.
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