Restauración de los ecosistemas

No es una de tantas, sino “la” oportunidad para el futuro del planeta.

Por Eleonora Ciscato.

 

El último informe del IPBSE (Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas) nos indica que el 75% de los hábitats terrestres y el 65% de los marinos han sido modificados por la acción humana. De estos, sabemos que más del 30% de la superficie terrestre se utiliza para cultivos y ganadería, y algunos científicos incluso hablan de que estamos presenciando la sexta extinción masiva.

 

En nuestras áreas rurales y ciudades hay menos setos, menos prados floridos, menos abejas, y en cambio, vemos un aumento en el consumo de suelo, con ciudades cada vez más grandes y una mayor expansión de infraestructuras. En esta continua transformación, la naturaleza se desplaza cada vez más lejos, limitada y sofocada. Algunos argumentan que el Antropoceno es precisamente esto: la omnipresencia humana, la creación de un mundo reducido a nuestra imagen y semejanza. Las consecuencias son enormes, tanto a nivel ecológico como cultural y espiritual, porque en un mundo manipulado y empobrecido queda cada vez menos espacio para el diálogo y la maravilla. La pérdida del paisaje implica, en definitiva, una pérdida de profundidad interior y una incapacidad para pensar más allá de los términos de la utilidad inmediata.

 

Sin embargo, es aún posible cambiar de rumbo a pesar de las dificultades. No se trata solo de dejar de dañar el medio ambiente, sino también de reparar los daños causados mediante una acción paciente pero decidida de restauración de los ecosistemas.

 
 

Diversas iniciativas que involucran a instituciones y políticas se han puesto en marcha recientemente, reconociendo la necesidad de actuar en todos los niveles. Las Naciones Unidas han declarado la Década sobre la Restauración de los Ecosistemas 2021-2030, y la reciente COP de Montreal sobre biodiversidad concluyó con la aprobación de una estrategia para la restauración de la naturaleza. En Europa, desde donde les escribo, se está llevando a cabo un acalorado debate en estos días sobre la posibilidad de establecer una Ley de Restauración a nivel regional que tendría como objetivo especificar metas de restauración de diversos ecosistemas en todos los Estados miembros. Se trata de un proyecto extremadamente ambicioso, pero sumamente urgente, ya que se estima que más del 50% del PBI europeo está directamente relacionado con el capital natural.

 

Nos espera una década importante, de responsabilidad y acción concreta respaldada por la sociedad civil, pero con el apoyo fundamental de la administración pública, las empresas y las asociaciones. Restaurar los ecosistemas no es solo un capricho de los ambientalistas, sino una forma de reintegrarnos en el planeta Tierra, reconectando el vínculo con la naturaleza, a menudo roto, y asegurándonos un futuro.



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