Recuperación de la Alfarería correntina: El inicio de un regreso

En el centro del litoral argentino se encuentra la provincia de Corrientes, aquí se respira, se canta y se baila, se convive de forma innegable con una vasta raíz guaraní.

Por Jorge Mazzochi, Profesor del programa “Artesanos del Iberá” y constructor del horno de barro.

 

A finales de los años 40’ (y en paralelo con varias especies de la fauna nativa) desaparecían las últimas familias ceramistas de la región. Más precisamente en la localidad de Itatí, pueblo profundamente religioso, donde cada año miles de peregrinos veneran a la Virgen. Se sabe que estas familias tenían apellidos en guaraní y conservaban el oficio de generaciones remotas.

Solo cuando bajan los grandes ríos Paraná y Uruguay que abrazan estas tierras, se pueden encontrar vestigios, fragmentos cerámicos de lo que fue aquel tiempo distinto, con más diversidad cultural, oficios complejos en armonía con el ambiente natural y otro lazo con los elementos sagrados, agua, tierra, fuego.
Desde el programa “Artesanos del Iberá”, ejecutado por el Instituto de Cultura de Corrientes, se busca recuperar y fortalecer oficios tradicionales de la provincia.

 

Junto al reconocido artista plástico ‘Richard de Itatí’, nos adentramos en este ambicioso intento de recuperar la tradición alfarera en Corrientes, poniendo como base el antiguo pueblo de Caá Catí. Ambos estábamos conscientes de que sería un camino complicado, pero algún día había que comenzar a transitarlo.
Así fue que juntos compartimos el primer taller de alfarería con técnicas precolombinas. Con un total de treinta participantes y mucha predisposición y ganas de “aprehender” conocimientos.

 

Se trabajó únicamente con arcillas locales, las cuales fuimos evaluando en forma grupal a prueba y error, con muy buenos resultados, tanto por auténticos, como por la satisfacción de poder producir nuestros propios barros cerámicos locales.

Cuando la sangre habla
A tan solo una semana de taller, la gente nos sorprendía por la velocidad y la técnica con la que desarrollaban sus piezas, las formas y alturas, ya que tanto Richard como yo habíamos tardado un par de años en instancias académicas para lograr ese tipo de obras. Era evidente que la genética estaba presente en esas manos, algo retornaba a las fuentes y se traía consigo saberes ancestrales, entonces las mesas de trabajo eran una fiesta llena de asombros, con gente muy heterogénea y de todas las edades.

 

Paralelamente, la coordinadora del programa, Hada Irazosta, convocó a la gran ceramista Karina Garrett, para que de forma virtual dictara talleres de cerámica para la localidad de Carlos Pellegrini y la isla Apipé Grande.

 

El Horno
Ahora llegaba la hora de la verdad, donde íbamos a hornear las piezas?
Ya habiendo descartado la idea de horno eléctrico, evaluamos la construcción de un horno a leña. Con el fuerte apoyo de la municipalidad de Caá Catí, cuyo intendente, Dr. Jorge Meza, facilitó recursos para lograr construir un gran horno comunitario. La locación queda en un campo entre palmerales y esteros, hasta allí se trasladaban nuestros compañeros y compañeras de este gran desafío. Fue un gran sacrificio, bajo el sol y en pleno calor correntino, pero valieron los esfuerzos.
La quema, los fuegos…

Las piezas se ordenan muy delicadamente, por tamaños y formas, alguien entra parado dentro del horno, en esa oscuridad, en ese misterio, donde todos somos niños jugando, sin temores, felices de este tiempo nuevo compartido, donde nadie es más que nadie en esta tarea de descubrir y descubrirnos. La cerámica desde el plano del mero ocio, o como salida laboral. Necesidades diversas , pero un mismo fin: pasar los 600°C, para que el barro se transforme molecularmente en cerámica y este milagro de poder crear con las manos sea un sueño cumplido.



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