Protagonistas del océano

En 1999, después de varios viajes de investigación a las costas de México y Brasil, un grupo de biólogos amigos decidieron hacer real un sueño: trabajar para proteger las tortugas marinas en su país nativo.

 

Por Adam Fry

 

Cada verano, por toda la costa de Uruguay, llegan miles de exploradores aventureros de los océanos del mundo. La mayoría jóvenes atraídos por la gran variedad alimenticia que ofrece el país, llegan a pasar un verano disfrutando el mar cálido y sus rincones más bonitos. ¿La única cosa extraña? Estos aventureros llevan un caparazón, comen algas y tienden a juntarse en Rocha, siendo observados por un grupo que lleva más de 15 años cuidándolos. Me refiero a las tortugas marinas y a Karumbé, una ONG uruguaya de investigadores, pescadores, conservacionistas y estudiantes que se dedica a cuidar, proteger, investigar y difundir la historia de estos viajeros increíbles día a día.

 

 

Karumbé (que significa tortuga en guaraní) se ha convertido en una organización multifacética que busca aumentar la conciencia del público uruguayo e internacional a través de programas para voluntarios, charlas públicas y trabajo de investigación y rehabilitación.

 

 

Según Andrés Estrades, biólogo marino y fundador de la ONG, “empezó como una aventura, un proyecto que salió de una curiosidad e inquietud por saber qué estaba pasando en nuestra costa”. En el recorrido de todo el litoral, los biólogos descubrieron que las tortugas formaban una parte integral del ecosistema marino, y que en esa época prácticamente no había una base de datos científicos, ni un monitoreo continuo. Encontraron cantidades sorprendentes en las costas de Rocha y allí, en el tranquilo balneario de La Coronilla, pusieron la primera piedra para hacer real su sueño.

De las siete especies de tortugas marinas, cinco vienen a las costas de Uruguay, tortugas jóvenes que llegan a alimentarse de una dieta de algas marinas, aguavivas y crustáceos. Su trayectoria a las aguas territoriales locales es la culminación de un viaje increíblemente largo (la migración más larga que se ha observado es de 20.558 kilómetros de una tortuga siete quillas, ¡unos 647 días nadando!) en búsqueda de comida. Y para las que llegan faltando fuerza, Karumbé las recibe con un extenso programa de rehabilitación, cuidando a las más débiles en sus bases científicas hasta que estén listas para regresar al mar. Las liberaciones, que se organizan en las principales ciudades costeras, son eventos alegres, celebraciones comunitarias donde el público está invitado a verse cara a cara con las tortugas, antes de volverlas a su entorno natural.

 

Para realizar esta labor, cada año se suman cientos de voluntarios de todas partes del mundo buscando una experiencia práctica, un intercambio personal y profesional que les permita interactuar con la naturaleza. Los voluntarios se quedan en la base científica de La Coronilla y se involucran en todas las actividades diarias, desde caminatas por la playa y censos de la fauna autóctona hasta sesiones de rehabilitación de tortugas varadas. Estrades cuenta que la idea es “poder crear biólogos, científicos, conservacionistas que reconocen que la mejor forma de aprender a cuidar la naturaleza es estar trabajando día a día en el campo, marcando la diferencia con pasos prácticos”.

 

¿Y el futuro? Karumbé sigue creciendo, buscando nuevas formas de difundir su trabajo, llegando cada vez más lejos para concientizar a la gente en reconocer y apreciar a las tortugas. “El público costero ya tiene un conocimiento bastante bueno de nuestro trabajo, pero tenemos que llegar a más gente del interior, trayendo el mar y las tortugas a ellos”, reconoce Estrades. Lo que realmente representa a la tortuga es un tipo de piedra angular marina, un animal que nos brinda una muestra viva de la salud de nuestros océanos.



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