NADA SOBRA: HACER VISIBLE LO INVISIBLE

Llenar los platos en Latinoamérica requiere, más que recursos, conciencia. Qué hay detrás del desperdicio de alimentos y la importancia de donarlos.

Por María Sofía Muratore.

690 millones de personas en el mundo padecen hambre. La cifra que declara Naciones Unidas también se traduce en el 8,9%de la población mundial; sin mencionar que se estima un aumento de unos 10 millones de personas en un año; y de unos 60 millones en cinco. Estamos en un gran problema…

 

Si bien hace tres décadas el número de personas que padecían hambre había logrado disminuir, desde 2015 volvió a aumentar. Lo que nos lleva a afirmar -con total certeza- que hoy por hoy, no lograremos alcanzar para 2030 el objetivo de Hambre Cero enmarcado en los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible). De hecho, si continúa la tendencia como hasta el momento, el número de personas afectadas por el hambre será superior a las 840 millones para esa fecha.

 

Según las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), en América Latina y el Caribe, la prevalencia de la subalimentación era de 7,4% en 2019, lo que se traduce en casi 48 millones de personas subalimentadas. A su vez, las autoridades hablan del estado de alarma ante el crecimiento de las cifras; y que si bien África es el continente de mayor hambruna; América Latina lidera el crecimiento constante de inseguridad alimentaria, visto que pasó de 22,9% en 2014, a 31,7% en 2019, siendo América del Sur la zona de mayor repercusión.

 

El Programa Mundial de Alimentos afirma que las principales causas están directamente relacionadas a conflictos causados por los seres humanos: el cambio climático y las recesiones económicas; y, como era de esperarse, la pandemia ha agudizado las cifras.

 

A pesar de que hay expertos que se dedican a pensar, debatir e idear planes de acción para aumentar la productividad agrícola y la producción alimentaria sostenible, hay una carta que aún -valga la ironía- no se puso “sobre la mesa”: la comida que sobra. O mejor dicho, habría que preguntarse si realmente sobra comida.

 

Adriana Ruggeri, Directora de Plato Lleno, organización que promueve la distribución de alimentos, afirma: “La comida que se está tirando hoy en Latinoamérica debería ser menor. Debemos tomar conciencia del trabajo que hay detrás de una comida que se tira. En el mundo hay mucha gente que tiene hambre, que se va a dormir con la panza vacía, es necesario conocer el valor sobre el proceso de elaboración; y sobre el impacto en el medio ambiente”.

 

Por su lado, Nicolás Dorronsoro, docente en la carrera de Trabajo Social de la Universidad Católica de Uruguay; y Homólogo de la Red AUSJAL de Sostenibilidad y Medio Ambiente, reflexiona sobre las palabras de Adriana y explica cuál es la razón por la cual se tiran los alimentos: “Hay muchas razones, pero creo que el problema está en que no lo vemos. El alimento pasa fugazmente por nuestras manos, va a otro lugar y, para el consumidor, deja de ´ser´ en cierto modo, porque deja de estar a la vista. Es esencial intentar visibilizar lo invisible.

 

Frecuentemente, veo filas interminables de camiones que están entrando las 24 horas del día tirando lo que desechamos en una montaña gigante que genera residuos físicos y gases de efecto invernadero”. Concluye preguntándose si es la sociedad quien contribuye para que cada día “esa montaña sea más enorme”; y lo peor es que, en la vorágine de producción y consumo, pareciera no haber tiempo para reflexionar sobre el impacto o la magnitud del problema.

 

 

Educar para enseñar el valor de los alimentos

 

Yamandú Plada, Director de Fundraising de Redalco, una organización que entrega frutas y verduras a quienes más lo necesitan, reduciendo el desperdicio de alimentos, detalla: “Si rescatamos los 125 millones de kilogramos de frutas y verduras que se desperdician anualmente en Uruguay (que sucede, por ejemplo, por diversos motivos como su forma, tamaño, color o exceso de producción), se podrían entregar más de tres platos por día a aquellas personas que no pueden acceder a un plato de comida”. De no creer.

 

“Nosotros, por ejemplo, nos encargamos de realizar tres acciones: recolectar, clasificar y distribuir. Es un proceso que lleva tiempo. Nuestro equipo operativo junto a voluntarios, clasifican y encajonan las frutas y verduras recuperadas; y a partir de ahí, se arman los pedidos diarios para ser llevados a sector vulnerables”, comenta Yamandú. “También nos esforzamos por recalcar la inseguridad alimentaria; ya que no buscamos solo llenar un plato; sino promover que ese plato sea nutritivo”, destaca Yamandú.

 

En función de eso, Adriana explica la necesidad de establecer acciones concretas para enseñar el valor de la producción de alimentos. “Para abordar la temática es necesario pensar en cuestiones inmediatas, como la necesidad de una ley; y acciones no inmediatas que trascienden en el tiempo. Con ello, me refiero a la necesidad de promover la educación para enseñar la importancia del cuidado de los alimentos. Es un tema que hay que tratarlo desde edades tempranas, desde los dos años. Necesitamos preguntarnos qué pasa en la familia y en la escolaridad y así pensar acciones concretas como crear huertas en casas y en las escuelas para que los chicos aprendan cuánto tarda y qué se necesita para llenar un plato. Enseñar el cuidado y el valor requiere mostrar con el ejemplo”.

 

Por otro lado, Nicolás reivindica la importancia de vincular la educación con la concientización ambiental: “Falta mucha educación ambiental. El desarrollo de competencias ecosociales en los colegios es fundamental para luchar contra este paradigma de usar y tirar que nos conduce al desastre”.

 

Uruguay, camino hacia una ley

 

Crear una normativa significa establecer una resolución de triple impacto, en la que ganaría el productor, la sociedad y el medio ambiente. Sin embargo, pareciera que los estándares estéticos de cómo debe visualizarse un alimento no permiten ejecutar dicha acción, o peor, no hay tiempo para pensar la logística. “Es esencial que se establezcan leyes en los diversos países de la región que apoyen a quienes tienen excedente para que no se tire; sino que lo done. Pero, donar es distinto a tirar o destruir. Donar lleva trabajo y tiempo; estructura…y pareciera no haber tiempo. Por eso, es necesario restablecer el sistema”, explica Adriana, en un país como Uruguay en donde se tiran 2 millones de kilos de alimentos por día, que pueden ser consumidos sin problema, según la FAO. “Acá se necesitan dos cosas: Cabeza y corazón. Cabeza para gestionar una operativa de logística; y corazón para concientizar sobre el problema”, agrega.

 

En función de eso, el profesor Dorronsoro afirma: “En un contexto de progresiva concientización sobre el daño ambiental y la necesidad de usar eficientemente los recursos, la legislación sobre el desperdicio de alimentos se está desarrollando a gran velocidad en muchos países. No se trata de regularizar (término que tiene una connotación, a mi entender, negativa) sino de legislar de manera que los recursos se usen de manera más eficiente, de manera que se beneficien todas las partes involucradas (ciudadanos, empresas, organizaciones de la sociedad civil). En la actualidad hay un proyecto de ley en trámite que busca desarrollar este marco”.

 

Desde 2016, Uruguay cuenta con dicho proyecto de ley para lograr que disminuya el desperdicio de comida. Si bien se encuentra aprobado en mayoría por la Comisión de Salud, aún está en tratativas. Los temas de agenda le ganan a las voluntades de ejecutarlo.

 

“Lo esencial es incentivar; y no simplemente castigar”, apunta Dolores Battro, Directora de Banco de Alimentos. Como fue establecido anteriormente, donar sale más caro que destruir. “Porque si destruís podés mandarlo a pérdida; si donás no. Por eso, la ley debe ir con un incentivo fiscal a quien decida donar; y también, la posibilidad de eliminar la responsabilidad una vez que se dona. El miedo de las empresas es: ´una vez que dono, ¿qué pasa?´. El objetivo es que dejen de tener acción, control, una vez que otorgan el producto a otra persona, organización”, agrega.

 

En función de eso, Adriana adhiere a lo dicho y también señala la necesidad de promover acciones económicas que acompañen posibles normativas: “No solo es importante la parte legal; sino también la parte económica. Hoy, a un negocio le conviene más destruir la mercadería que donarla; por eso si se establece algún tipo de beneficio impositivo puede ayudar; reducción en los impuestos impositivos por donación”.

 

“La sociedad uruguaya no puede permitirse el lujo de tirar y destruir comida”, dice Nicolás. Tal y como señalaba en un estudio en 2020 el investigador de la UCU Carlos Díaz, en Uruguay, 516 mil personas vivían antes de la pandemia en situación de carencia social. “Hablamos de 1 de cada 6 de nuestros conciudadanos. Con un agravante, como sabemos: la pobreza en nuestro país tiene rostro de niño. Más de la mitad de esas 516 mil personas son menores de 18 años. Al ser esta nuestra situación, parece de sentido común que actuáramos como sociedad de manera concertada para que esto no ocurriera. Sin embargo, desperdiciamos comida a diario en grandes cantidades”, afirma. En 2018, un estudio de la FAO y UDELAR indicó que las pérdidas y desperdicio de alimentos en Uruguay constituyen el 10% de la oferta de alimentos disponible para consumo humano.

 

 

 

A su vez, Dolores destaca que esta ley no significa que van a aumentar las donaciones; sino que se va a promover las buenas prácticas del sector privado; y agilizar un proceso que suele ser engorroso, como lo son las donaciones de alimentos.

 

Desperdiciar comida en América Latina es un símbolo, según considera Nicolás. “El de un fracaso colectivo. En las sociedades opulentas, el desperdicio evidencia los defectos de un sistema de producción y consumo. Un sistema que por otra parte considera residuo al alimento, algo desechable, por tanto sin valor. Y ahí evidencia una miopía moral. Tirar tiene algo de falta de respeto al alimento y al que lo produce. El alimento tiene un trabajo detrás, tirarlo es despreciar el esfuerzo que ha costado hacerlo”.



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