Mucho más que parques. Las áreas verdes y su potencial ambiental

Es difícil imaginar una ciudad sin parques. Los parques son elementos característicos e identitarios de las ciudades modernas. Quizás el caso más evidente es el Central Park, ineludible escenario de cualquier historia que transcurra en Nueva York. Pero podemos nombrar otros, como el Hyde Park londinense o el Parque de Retiro en Madrid, y por qué no también, el Parque Rodó de Montevideo.

 

Por Álvaro Xavier de Mello / Abogado ambiental, integrante de Taller en Verde, director de Verde Urbano.

 

Los Parques Urbanos, como concepto, surgen en el siglo XIX. El hacinamiento y la contaminación de las ciudades volvió necesario el planificar espacios que sirvieran como herramientas para contrarrestar los problemas de la revolución industrial. El objetivo no ha variado mucho desde ese entonces: el contacto con la naturaleza, la descongestión de la ciudad, y la recreación.

 

Casi dos siglos después, nos volvemos a enfrentar a los mismos problemas, como si no hubiéramos aprendido nada de ellos. Pero donde hay un desafío se presentan oportunidades: ¿podemos aprovechar estas viejas herramientas para los nuevos desafíos?

 

La valoración por contexto:

Hay mucho sobre la belleza que aprendemos por contexto, o por lo menos, que este nos influye: ¿sería la misma escultura la Victoria de Samotracia, sin el encuadre de la escalera Darú? Así como un cuadro en una galería, o una estatua en un museo, los parques encuadran y nos muestran la belleza de la naturaleza. Determinan las plantas “lindas”, y que merecen ser expuestas, e ignoran aquellas que no merecen nuestra atención. No es de extrañar entonces, encontrarnos con las mismas plantas en nuestros jardines y en nuestros parques.

 

Herramientas educativas

Aprovechar el encuadre de los parques para poner en valor a la flora nativa es una acción de bajo costo pero con enormes efectos. Puede llevar a que un vecino decida en lugar de matar todos los “yuyos” para que su terreno no parezca “sucio” a que pueda apreciar las disfrutar las flores y el perfume de una Paraguita de novia (Ipomoea alba) o deleitarse ante la explosión de flores de una verbena bonariensis.

 

Con cartelería apropiada, los parques pueden enseñar a toda hora, y a todo tipo de público. Este espacio educativo, a diferencia de lo usual en los centros formales, se distingue por su multi-generacionalidad. Por él pasan niños, adolescentes, adultos y personas mayores. Estos espacios son ideales para, además de transmitir información, invitar al diálogo e intercambio de saberes entre diferentes generaciones.

 

Las escuelas también pueden aprovechar e incorporar los parques como herramienta educativa. Un proyecto muy bueno en esta línea es Patio Mainumbý, desarrollado por el Colegio Ciudad Vieja, con la arquitecta y paisajista Lucia Ifrán a la cabeza. En este, se plantea un aula extra muros o expandida para la educación ambiental comunitaria (ya que es un espacio público-privado que cumple la doble función de patio del colegio y plaza pública) y fue el primer patio urbano enteramente diseñado con nativas de la ciudad.

 

Los parques como espacios para la conservación

Aunque podamos pensar que, enclavados en la mitad de las ciudades, los parques no cumplen grandes funciones biológicas, la realidad dista mucho de esto. Si pensamos en los parques como infraestructura verde, y pensamos proyectos para los mismos en pos de que funcionen como corredores biológicos, podemos llegar a impactar de manera considerable en la conservación. Volviendo al caso del Parque Rodó, en el cual desde Taller en Verde presentamos un proyecto para las Islas del Lago con nativas, pensando en desarrollar un “jardín solidario” para las especies que hacen del parque su hogar. Dentro de este proyecto encontramos que en diferentes aplicaciones para registro y ciencia ciudadana, como eBird, había más de 100 especies de aves registradas en el Parque Rodó, y casi 200 en el Faro de Punta Carretas. ¿Qué pasaría si nuestros parques, en lugar de centrarse únicamente en la belleza, ya que hay muchas plantas nativas bellísimas, también pensaran en las especies que hacen o podrían hacer uso de los mismos?

 

Los parques y nuestra identidad

Como los holandeses con los tulipanes y los japoneses con los cerezos, existen muchas culturas donde las plantas tienen un rol fundamental. Desafortunadamente, estamos muy desconectados de la flora nativa. Si bien se dice que el ceibo es la flor nacional de Uruguay, no existe una declaratoria expresa de esto. De lo que sí hay registro es que una vez se realizó una votación para elegir la misma, aunque la ganadora no fue nuestro ceibo, si no una exótica, el jazmín. Otro ejemplo lo vemos en las escuelas, cuando nos enseñan las estaciones. ¿El otoño? Los árboles sin hojas. En Uruguay, a diferencia de los climas fríos donde los árboles pierden la hoja como forma de adaptación a la nieve, la mayoría de nuestros árboles no se quedan “pelados”. Es más, muchos de los que sí se “pelan”, lo hacen de forma tardía, no en el invierno, si no en la primavera, antes de brotar o florecer. Nuestro otoño no es rojizo, es verde, y muy florido, ya que muchas plantas florecen en esta época, como la Rama Negra, que se viste de abundantes flores amarillas.

 

 

Qué diferente sería nuestro otoño, de temperaturas templadas y días soleados si en lugar de ver las copas rojas y los árboles pelándose, pudiéramos disfrutar de esta “segunda” primavera. ¿Cuántas cosas más nos estaremos perdiendo, por no conocer ni valorar nuestra flora nativa? ¿Qué costumbres nuevas, o viejas tradiciones perdidas, podrían traernos nuestros parques de flora nativa?



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