Laudato Deum: para reconciliarnos con el mundo que nos alberga

Por Augusto Zampini

 

Ocho años después del Acuerdo de París y de Laudato Si (Alabado Sea), se han hecho avances significativos, pero ciertamente no suficientes como para responder a la crisis más grande que enfrentamos como “sapiens”: la socio-ambiental. Con un timing destacable, el pasado 4 de octubre, el día de San Francisco de Asís, el final del tiempo de la creación y el comienzo de un nuevo sínodo para los católicos, el Papa Francisco nos vuelve a interpelar publicando una Exhortación Apostólica titulada Laudato Deum (Alabado sea Dios).

 

Se trata de un pequeño complemento a la encíclica Laudato Si, pero más enfocado en los todavía escépticos, indiferentes, o negacionistas del cambio climático, y en los detractores de la Agenda 2030 sobre desarrollo sostenible. “En los últimos años… estamos verificando… una inusual aceleración del calentamiento…  Por más que se pretendan negar, esconder, disimular o relativizar, los signos del cambio climático originado por las actividades humanas están ahí, cada vez más patentes”, que nos acercan a un punto de no retorno. Sin embargo, aclara el Papa, todavía “estamos a tiempo para evitar daños todavía más dramáticos”.

 

Desde lo antropológico, nos recuerda que los seres humanos “estamos incluidos en la naturaleza, de manera que el mundo no se contempla desde fuera sino desde dentro”. Asumir esta interconexión nos permitirá revertir nuestra trayectoria de distanciamiento con el mundo natural, y por ende con nosotros mismos. La ciencia y la política son claves, pero sin espiritualidad no estamos avanzando. La espiritualidad, sobre todo la contemplativa, nos permitirá reencontrar el sentido de nuestra vida.

 

Desde lo político, Laudato Deum nos exhorta a un nuevo diálogo mundial que nos permita trascender los intereses sectoriales y regionales, un diálogo que sólo puede provenir de un multilateralismo guiado por líderes que estén a la altura de las circunstancias, y apoyados por ciudadanos conscientes de lo que está en juego.  Pero el diálogo no implica olvidar el factor “urgencia”. Cuanto más demoremos en responder, más caro será, y más afectará a los pobres.

 

Otro desafío del diálogo, y quizás lo más novedoso del documento, es su teología del “poder”: desde la falta de voluntad política para el cambio que necesita la sociedad, hasta un manejo incorrecto del poder que, siguiendo un paradigma tecnocrático, nos impide cumplir con la voluntad de la gente y de las naciones para afrontar esta crisis y aspirar a un mundo más inclusivo y sostenible.

 

 

Se pregunta el Papa: “¿Para qué se quiere preservar hoy un poder que será recordado por su incapacidad de intervenir cuando era urgente y necesario hacerlo?”. Además, “no todo aumento de poder es un progreso para la humanidad… Nos convertimos en seres altamente peligrosos, capaces de poner en riesgo la vida de muchos seres y nuestra propia supervivencia… Nunca la humanidad tuvo tanto poder sobre sí misma y nada garantiza que vaya a utilizarlo bien, sobre todo si se considera el modo como lo está haciendo”.

 

Si las relaciones internacionales quieren ser parte de la solución y dejar de ser parte del problema, el multilateralismo es el camino, pero un camino que necesita de mejoras sustanciales, sobre todo en referencia a las diferenciadas responsabilidades, que implican el deber de financiar el cambio, que como sabemos gratis no es.

 

Si bien todos somos responsables del cambio climático, hay que mantener con claridad la conciencia de que hay responsabilidades diversificadas, sobre todo en materia de transición energética y de la implementación de la Agenda 2030 sobre desarrollo sostenible. De allí que en referencia a la próxima reunión en Dubai sobre el tema, la COP28, el Papa plantee que “esta Convención puede ser un punto de inflexión, que muestre que todo lo que se ha hecho” desde la conferencia de Río de Janeiro en 1992, “iba en serio y valió la pena”. De lo contrario, esta reunión “será una gran decepción y pondrá en riesgo lo bueno que se haya podido lograr hasta ahora”. Participantes tomen nota. Como incentivo para los creyentes, el Papa Francisco nos recuerda que trabajar por un “camino de reconciliación con el mundo que nos alberga”, es un modo privilegiado de dar alabanza a Dios (Laudato Deum).



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