La primera vuelta al mundo

Todos tenemos un espíritu aventurero en nuestro interior. La travesía de estar a bordo de la Nao Victoria.

 

Por Daniel Gonzalez Paredes, explorador y naturista Uruguayo.

“Cuando se lleva sal en la sangre, la mar llama a sus marineros”, decía mi capitán cada vez que soltábamos amarras de la Nao Victoria para volver a navegar. Y a mí siempre me surgían las mismas preguntas: ¿Qué es eso que tiene el mar que tanto nos atrae? ¿Qué es lo que albergamos en nuestro interior que nos lleva a adentrarnos en la inmensidad de los océanos una y otra vez? Tal vez sea la inquietud y curiosidad por descubrir lo desconocido, o quizás sea el espíritu aventurero que todos, de algún modo, albergamos en nuestro interior lo que nos hace navegar hacia horizontes lejanos.

 

Lo cierto es que toda gran aventura siempre estuvo guiada por esa enorme energía viajera y emprendedora. Una de esas grandes expediciones, una de esas épicas navegaciones sin duda fue la primera circunnavegación de la Tierra que Magallanes y Elcano realizarían a comienzos del siglo XIV.
Fue un caluroso 10 de agosto de 1519 cuando zarparían, desde el Puerto de Sevilla, cinco embarcaciones; cinco Naos capitaneadas por Fernando de Magallanes rumbo a las Indias Orientales.

 

 

La expedición tenía como propósito final encontrar una nueva ruta marítima hacia las Islas de las Especias (Islas Molucas en el Pacífico), navegando siempre hacia el Oeste, siempre por los mares castellanos. Partieron 265 hombres hacia una aventura que se antojaba arriesgada, navegando hacia lo desconocido. No había mapas, no había cuadernos de bitácora ni testimonios previos, estarían tan lejos del mundo conocido que ni siquiera tenían leyendas donde aferrarse.
Fue una travesía llena de imprevistos y contratiempos, con suertes diversas para las diferentes embarcaciones y tripulación; motines, naufragios, enfermedades, hambrunas, e incluso la muerte de Magallanes en una batalla frente a guerreros cebúes.

 

Pero aunque diezmada, la expedición no desfallecería. Sería Juan Sebastián Elcano el que tomaría el relevo del capitán para comandar la flota hasta arribar a las Islas de las Especias y luego volver al reino de España con tan preciada mercancía.

 

El 6 de septiembre de 1522, tras tres años de navegación y más de 42 mil millas náuticas recorridas, Elcano llegó a Cádiz a bordo de la única embarcación sobreviviente de la expedición, la Nao Victoria, y con la compañía de tan sólo 17 hombres. Se completaba de esta manera la primera vuelta al globo terráqueo. La determinación y la valentía de los 18 hombres que quedaron a bordo de la Nao Victoria hicieron posible tan magna gesta.

 

Ese espíritu es atemporal y se vuelven a repetir las mismas inquietudes e incertidumbres. Es por ello que en 1991 la Fundación Nao Victoria construyó una réplica a imagen y semejanza de la famosa embarcación para rememorar las hazañas de aquellos hombres que 500 años atrás tuvieron el coraje y la valentía de lanzarse a lo desconocido. Esta nueva tripulación, ávida de aventura, sigue usando las mismas técnicas de navegación de antaño.

 

 

Sentimos en nuestros propios cuerpos la dureza del mar. Nos convertimos entonces en marineros de época. Las manos cuarteadas por las duras maniobras de abordo, los rostros curtidos por el sol y el salitre, y las miradas siempre puestas en el horizonte en busca de un nuevo puerto donde arribar.

 

Las cuadernas de esta nueva Nao Victoria crujen como lo hacían antaño. Y es que estas tablas resumen historia, una historia que nos habla de la naturaleza más profunda del ser humano. No solo el viento es el que empuja la nave milla a milla, sino el espíritu aventurero de toda una tripulación que anhela revivir la singladura de aquellos hombres que realizaron la que posiblemente sea la mayor hazaña de todos los tiempos: la primera vuelta al mundo.

 

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