
La opinión pública tiene valor
La modelo y actriz uruguaya, a través de la mirada de su hijo, habla sobre su compromiso con el medio ambiente y el valor de comunicar responsablemente.
Por Daniel Puig.
Te involucraste en la lucha por el medio ambiente, ¿qué te llevó a eso?
Mi interés por el medio ambiente está relacionado con mi interés por tener una vida saludable en general. En determinado momento de mi vida, empecé a sufrir de depresión. Mi mamá también la padecía. Y buscando mejorar mi calidad de vida hice diferentes tipos de yoga, detox, terapia y meditación… siempre con la convicción de que sin salud no se puede ser del todo feliz y teniendo en cuenta que nuestra salud y la del medio en el que vivimos son una. Así que siempre presté atención a esos temas. Especialmente en los últimos tiempos, con cada vez más problemas. Y fue luego de entender ciertas cosas que no pude hacer la vista gorda y seguí estudiando y profundizando para poder tener una opinión formada y aportar desde mi lugar.
¿Cómo congeniás el trabajo de comunicadora y, a la vez, el de ser ambientalista? ¿Te viste repercutida?
Siento una profunda responsabilidad porque tengo que estar informada y tener cierto manejo de la información para poder comunicar responsablemente. Creo que fue una de las cosas más desafiantes que hice, porque nunca vi a la gente tan reactiva… también tiene que ver con estos tiempos. Pero particularmente, el ser activista me ha traído mucha antipatía de la gente, cosa que me sorprendió. A veces la gente reacciona porque intenta defender el gobierno que aprobó tal contrato o ley, hay una actitud defensiva. También escucho mucho: “El problema no es este, es tal otro”, tratando de darle la vuelta a un fanatismo intransigente. Me ha resultado bastante difícil el camino estando activa en estos temas, mucho más que otras cosas que he elegido hacer. Entonces, están los que me cuestionan el por qué me involucro tanto pero también los que me agradecen.
¿Qué pasa con el hecho de elegir ciertas marcas y descartar otras a nivel laboral por su impacto ambiental?
Es una decisión que vengo tomando para tratar de alinear mi trabajo con mis valores. Toda la vida fui modelo y promocioné diferentes marcas, pero en este momento de mi vida me di cuenta que tenía que empezar a cortar con algunas que estaban desalineadas con mi filosofía de vida. Es algo muy difícil porque es mi fuente de ingresos. Decirle que no a algunos trabajos teniendo en cuenta que soy una trabajadora independiente fue un desafío y una decisión que tuve que tomar sabiendo que no habría vuelta atrás. A la larga me trajo mucha satisfacción aprender a soltar. Se trata de ser fiel a mí misma.
Para fusionar la economía y la sustentabilidad ambiental, ¿hacia dónde creés que el país debería apostar?
Uruguay es un país que nunca va a competir por la cantidad, somos un país relativamente chico que tiene que apuntar a la calidad. Lo mejor que podemos hacer es tener una agricultura diversificada, no monocultivos, que lo único que hacen es traer costos a largo plazo, porque son grandes extensiones de tierra cultivadas muchas veces con productos que son transgénicos, los cuales reciben glifosato y pesticidas. Los monocultivos no requieren a muchas personas para que trabajen detenidamente en la producción, simplemente pase un avión por arriba, riega en glifosato y a olvidarse por un buen tiempo de tener que cuidar mucho la gran extensión de tierra. Por eso la diversificación en la agricultura es llevar trabajo a la gente que vive en el campo, y no que esa misma gente se tenga que ir a trabajar a la ciudad, de algo que no tiene mucha idea, lo cual hace que le paguen poco. Dignifica el trabajo de la persona que trabaja en el campo, el poder trabajar de lo que sabe. En ese sentido Uruguay tiene que apostar a una agricultura orgánica, libre de pesticidas, no transgénica. Tiene que apuntar a hacer productos de calidad para exportar. Lo mismo pasa con la miel, tenemos que estar libres de pesticidas para que la miel sea de primera calidad. A todo nivel, Uruguay tiene que ser un país que exporte con la filosofía basada en la calidad. Esa calidad de vida nos va a traer una población sana, pero también prestigio y turismo. La industria del turismo es una industria super verde porque da mucho empleo para mucha gente, hace que las localidades se enriquezcan al ser de atracción turística. Claro que tiene que ser ejecutado de manera en que no se vuelva un turismo contaminante. Creo que desde varios puntos de vista el país se puede favorecer apostando a la calidad y no a la cantidad.
¿Cuál es tu opinión acerca del pequeño granito que cada uno puede aportar al ambiente?
Creo que los ciudadanos del mundo, así como los uruguayos, tenemos que empezar a empoderarnos y a darnos cuenta del valor que tenemos. Cada uno desde su lugar tiene que saber que tiene una voz y que esa voz hay que hacerla valer. No existe que hoy en día no podamos decidir qué tipo de país queremos ser. A veces quizás lo que nos falta es tener una autoestima más alta, darnos cuenta del valor que tienen nuestros mares o nuestra tierra, querernos más como somos, creer en nosotros, valorizarnos, nos falta un poquito más de eso. Creo que si cada uno pone su granito de arena puede empezar a tener más impacto. Hoy en día no nos damos cuenta pero la opinión pública tiene valor, pesa mucho. Los políticos están pendientes de la opinión pública porque si hacen algo que está mal visto, pierden popularidad y simpatizantes. Así nos damos cuenta del valor y el poder que tenemos. Y entonces tiene sentido preguntarnos: ¿qué tipo de país queremos ser? Queremos ser un país que sea visitado, que nos enorgullezca, que genere cosas espectaculares que sean mantenidas en el tiempo. Queremos ser sanos, que nuestros familiares vivan muchos años, que no se mueran de cáncer por contaminación. Quizás ser más compasivos y menos crueles con los que nos rodean. Más amor y respeto. Creo que tenemos que estar orgullosos de nuestro patrimonio natural y tenemos la responsabilidad de defenderlo a capa y espada.
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