La inmensidad de la inclusión laboral: hacia un bienestar genuino

Valorar diferencias y colaborar no debería ser solo una estrategia de marketing. Profesionales especializados y valores reales son clave a la hora de abordar la inserción en el mundo laboral de personas con discapacidad.

 

Por Andrés Cikato

 

En el camino de la sostenibilidad, empresas y organizaciones buscan que sus colaboradores y colaboradoras disfruten de un bienestar genuino, que trabajen con valores que permitan crear valía ambiental, social y económica, dirigida a la empresa, a las comunidades y para las generaciones futuras.

 

En ese marco, la inclusión laboral de la diversidad en general, y de personas con discapacidad en particular, supone un recorrido que se afirme en asentar las diferencias entre las personas, permitiendo que éstas trasciendan su individualidad y a partir de ello que colaboren entre sí.

 

Por ello, el espíritu de una auténtica inclusión debe suceder de manera genuina, casi espontánea. En otras palabras, que la inclusión sea verdadera, sincera, libre de disfraces y manipulaciones. Auténtica, original y legítima; lo contrario a falso, simulado, pretendido o artificial. Porque la inclusión real no incorpora a personas con discapacidad para una eficaz campaña de marketing. Tampoco es brindar solamente oportunidades de empleo: en una inclusión pura, todas las personas nos sentimos personas, seguras de quienes somos, donde nuestras diferentes perspectivas y experiencias sean apreciadas en vez de ser algo que nos pudiese perjudicar. En una inclusión laboral genuina, se trabaja acompañando a la empresa y a la persona contratada con operadores laborales, profesionales que saben de la temática. Se concientiza a colaboradores y colaboradoras, se crea una estrategia que se asienta en los valores que suponen una verdadera inclusión, y se comunica con mesura.

 

 

Ahora, si no es un proceso genuino, cuidado, se nota. Por lo tanto, en la inclusión laboral de la diversidad y de la discapacidad hay colaboración y no existe la competencia, no hay por qué excluir a nadie, a ninguna persona, por el contrario, una empresa inclusiva reconoce como ventaja comparativa la inclusión de todos y todas, en una gran red de colaboración y cooperación. Personas con diferentes talentos cumpliendo una función específica, que además de tener una función económica, también cumplen una función genuinamente social, en armonía con lo humano, demostrando compromiso con la transformación cultural, avanzando más allá de los confines de lo conocido, dándonos así la posibilidad de bucear en la inmensidad de la inclusión, e inacabadamente, en busca del bienestar genuino de todos y todas.



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