El viejo río se va

Por Jorge Mazzochi.

Como si fuese un antiguo peón del obraje maderero, tal vez un jangadero, una lavandera cansada de las costas o el último tarefero que ya no soporta más la paga injusta. El gran río Paraná yace desnudo ante todos, su lecho de serpiente deja ver las piedras del fondo; los meandros son ahora gigantescos bancos de arena donde agonizan enormes cardúmenes de sábalos. No hay política de Estado que lo proteja, aunque cambien de color y de banderas. La ética de la moral y el respeto está dirigida al antropocentrismo y entonces se veneran dioses humanos, vírgenes y santos. ¿Pero el río? ¿Qué es el río para quien no lo conoce ni navega? ¿Quiénes lo habitan? ¿Cómo se alimenta? ¿Cómo alimenta? ¿Y cómo se carga de agua? Parecen estas preguntas menos importantes que las pantallas que nos distraen.

 

Hace 77 años que la Cuenca del Plata no sufre esta bajante. Las razones son muchas y complejas, pero todas rondan en la falta de soberanía y decisión que los pueblos tienen frente a las decisiones de quienes los gobiernan. Incendios intencionales para negocios inmobiliarios con la intención de rellenos sobre el valle de inundación, grandes deforestaciones en Brasil para el avance sojero y ganadero. Pero parece que de nada se aprende, porque en sus aguas se avanza con más proyectos de mega represas y en tierra firme se construyen vías con quebracho colorado del gran Chaco.

 

Entonces, se continuará con pooles de forestales, monocultivos de pinos y eucaliptus y se construirá en La localidad de ituzaingó, provincia de Corrientes, la planta de pasta celulosa más grande de América Latina. Así, el gran río Paraná que alimenta a miles de pueblos, el segundo río más grande de América será solo una cinta transportadora de madera exótica y venenos. Para alimentar a los países del primer mundo.

 

¡Hay tanta palabra hermosa para hablar de este río, de su biodiversidad, de sus paisajes, sus islotes y de todas las posibilidades de sustento que brinda a los pueblos que habitan sus márgenes! Pero esta vez las noticias no son buenas, ni para el gran río, (el pariente del mar, como lo nombraban los pueblos guaraníes) ni para esta humanidad tan adormecida.
Exijamos soberanía, desde la transversalidad de esa palabra. Porque no hay más tiempo.

 

Hoy no tenemos líderes que piensen por nosotros, ni San Martin, ni Don José. Pero los objetivos de sus legados aún no terminan de concretarse.

 

 

La Mañana
El viento trae barcos del Paraná
Sopla una brisa fresca de noviembre
¡La mañana es la mañana!
Los carayás te despiertan con su bravo ronquido
Hambrientos de pindó y aguaí
Se anda en pata y en cuero
Mientras se prepara el mate
Por estas latitudes del litoral norte
Canta el crespín incansable
Cotorras; boyeros; celestinos…
Los zorzales dirigen la orquesta.
El nido desordenado de los caranchos
allá en las alturas del Francisco Álvarez
del zoita o azota caballos,
las culturas han llenado de nombrecitos la
naturaleza.
El rugoso tatané ya dio su flor
La hojarasca tiene una alfombra de orejas de timbó
Ágiles lagartijas trepan palmeras y piedras porosas.
Las meliponas, dueñas del arte y el misterio
polinizan orquídeas que pocas veces
vemos desde el firmamento.
Y allá, a un par de cientos de metros…,
¡Majestuoso caudal brillante!
El pariente del mar aromando la mañana paseña,
Sobrevolado por atíes y rayadores
que dibujan la superficie al óleo.
Ingás que refrescan las costas,
De sombras, espesuras y vainas dulces
Que pronto serán manjares de pacúes y dorados.
Así es la mañana por estos pagos,
de quebrachales, gramíneas y mirtáceas,
enredaderas floridas,
viraró, urunday y lapachares,
custodiados por comadrejas; urracas y tingazú.
Así es la mañana
mientras el monte siga en pie,
y el Paraná más respetado que un Dios.

Rivereño Reynoso



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