
El potencial educativo de las huertas
Compartir, producir, aprender. De eso se trata generar el encuentro con la producción propia de nuestros alimentos. Y hacerlo en comunidad generar aún mayor valor, no solo en los más chicos, sino en el tejido social.
Alguien muy sabio dijo una vez: «Lo importante no es la experiencia sino lo que hacemos con ella». ¿Y qué hacemos con la pandemia? Estamos ante la gran oportunidad de cambiar nuestra vida y la de la sociedad. Las condiciones de la llamada nueva normalidad son el puntapié ideal para modificar cosas que hemos aprendido gracias al confinamiento. Me quedo con la necesidad humana de alimentarse y de tener un contacto cercano con la producción de alimentos.
La necesidad de plantar nuestros propios alimentos, en la medida de las posibilidades de cada uno, nos ofrece no solo un alimento puro y natural sino también un tiempo de reconexión con la naturaleza. Pero no solo hablo de la huerta en casa. Muchas personas no acceden ni al espacio ni al conocimiento fundamental para empezar. Por eso desde 2013 venimos trabajando en las Huertas Comunitarias, un espacio donde los vecinos vuelven a reunirse, a aprender, a compartir y producir en conjunto. Un espacio donde comienza a tejerse nuevamente ese entramado social tan vulnerado por la inseguridad y la desconfianza. Un espacio-tiempo de interacción entre todas las edades, un aula donde aprender para llevar a casa y de a poco transformar la ciudad en un jardín comestible. No es un sueño, lo han logrado grandes ciudades en base a educación.
Pero no solo la ciudad y sus habitantes deben nutrir cuerpo y alma de esta actividad. Las escuelas, cubriendo la necesidad de distanciamiento social y aprovechando los beneficios y la oportunidad del trabajo al aire libre, deberían comenzar a plantar. La huerta como recurso educativo dispara la oportunidad de llevar adelante lo académico como la biología, la geografía, las matemáticas y la historia, sin traer esos contenidos de los pelos ya que el aprendizaje está allí, naturalmente.
El potencial educativo de la huerta y su capacidad regeneradora del tejido social son demasiado valiosos para dejarlos fuera de la vida urbana y escolar. Comenzar a reconectar a la gente con sus alimentos, haciéndola participe en cierta medida del trabajo del agricultor olvidado que día a día, alimenta las ciudades, tiene un valor que hoy quizás no logramos dimensionar. Pero que nuestros niños sabrán valorar el día de mañana.
Sé parte del cambio Apóyanos!