Donde todo es posible

Ubicado en el estado de Assam, al sur del río Brahmaputra, sobre llanuras que constantemente son inundadas por los monzones, emerge el Parque Nacional Kaziranga, en India. El inigualable sitio regala escenas maravillosas junto a rinocerontes, elefantes, búfalos acuáticos y otras especies, bajo un ocaso poético.

Por Juan Carlos Gambarotta. 

 

¿Quién podría creer que sería viable conservar un gran animal, muy visible y perseguido en un área protegida rodeada de poblados y que se inunda cada año? Pero en la India todo es posible, y la población de rinocerontes indios no sólo es viable, sino floreciente. Cazados por sus cuernos desde la antigüedad, en 1905 solamente quedaban 75 de esos animales en toda su distribución. Actualmente hay 3.600, 2.400 de ellos en el Parque Nacional Kaziranga. Eso fue posible porque para su protección se tomaron las más drásticas medidas, incluyendo dar muerte a los cazadores que resistían su captura.

 

Al despuntar el sol, subí al elefante y comenzó una marcha sostenida y relajante mientras nos alejábamos de la última aldea que resistía su reubicación. A poco de salir, hubo un movimiento en el extenso y alto pastizal quemado y aparecieron tres de esos magníficos rinocerontes. Uno de ellos tenía un agujero, debido sin duda a una cornada; dado que estos rinocerontes -los únicos que realmente parecen llevar armadura- son muy agresivos.

 

 

El tamaño y carácter de los elefantes evita que los rinocerontes los ataquen. Por eso, las recorridas en elefante son más seguras que las realizadas en jeep abierto, cosa que haría más tarde. Poco rato después teníamos delante 9 rinocerontes. También había decenas de ciervos porcinos, ciervos barasinga y ciervos sambar, que a los saltos desaparecían en el pastizal. Un gran búfalo acuático comenzó a levantar polvo con sus pezuñas, pero no atacaría al elefante que montábamos.

 

Por la tarde, quedé ante una de las escenas naturales más maravillosas que he presenciado en mi vida: en un amplio pastizal, que tenía en medio una laguna, había 14 rinocerontes, dos elefantas con sus crías, una manada de búfalos acuáticos, decenas de ciervos de las tres especies ya mencionadas y, en el agua, patos, gansos de cara rayada, cigüeñas y pelícanos blancos. La sobrevolaban miles de golondrinas. Para mi sorpresa, visitamos varias lagunas más que propiciaban escenas similares; jamás pensé poder ver tantos animales grandes en una sola recorrida.

 

El sol, ya rojo y cercano a las lejanas copas de la selva, daba el toque final a la vivencia. Me hubiera quedado horas, días allí, pero el safari finalizaba, y yo desconocía que Kaziranga me tenía un último regalo. Para gran sorpresa del guía, al borde del pastizal distinguí un gran tigre macho, naranja opaco, que estaba echado mirando hacia el camino a quince metros de nosotros. Al retroceder el jeep, el animal no toleró nuestra impertinencia y levantándose con la mayor dignidad, se retiró de la escena. Fué el avistaje de animal silvestre más preciado que conservo en la memoria.

 



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