
Coronavirus: ¿Un cambio de paradigma?
La pandemia irrumpió en el mundo y tomó a todos por sorpresa. Las medidas de cuarentena plantearon un escenario sin precedentes en el que comenzaron a cuestionarse aspectos cruciales para nuestro desarrollo planetario. Desde la reflexión acerca de nuestra humanidad a la oportunidad de replantear el sistema de producción actual. El COVID-19, ¿crisis u oportunidad?
Por Emilio Méndez
“Hola… ¿hay alguien ahí dentro? Mueve tu cabeza si me escuchas, dime dónde te duele”. Dicen que ya pasaron muchos días desde que nuestra vida, en más de un aspecto, se “detuvo”. ¿Han sido demasiados? ¿Han sido suficientes? Depende, creo yo; depende de para qué nos va a servir este proceso respecto al futuro lejano que hoy se volvió tan cercano, surreal e impredecible que no nos queda más que despabilarnos. Sí, despertar de ese estado adormecido del que hablaba Pink Floyd en su canción Comfortably Numb, en el que estuvimos por años sin darnos cuenta e inclusive agarrando el gustito a la vida de polyester; donde más grande significaba mejor; más rápido, mejor; más inflado, mejor, más, más, más, quiero más, dame más. Apúrate porque no queda(ba) tiempo. Así éramos ¿se acuerdan? Cuando creíamos que el tiempo era sinónimo de dinero.
Eso cambió, casi todo cambió. Ya era hora, dicen los ambientalistas que venían tratando de advertirnos de múltiples maneras: desde las voces sabias de nuestros abuelos indígenas hasta los centennials activando movimientos alrededor del mundo los días viernes. Quizás los más escépticos éramos los que estamos entre los 40 y 60 años.
Cambió el tiempo; ahora podemos tener más y mejores horas para estar en casa, con nosotros mismos, con nuestros seres más cercanos y queridos (?), confrontando nuestros miedos y valores frente al atardecer que hace años no disfrutamos desde la tranquilidad de nuestro propio hogar. Ahora disponemos de más tiempo y menos dinero. Ni en los capítulos más dark de Black Mirror vimos lo que hoy tenemos. Unos todavía quisieran resistirse a esta pesadilla, otros lo consideran un freno necesario, un regalo empacado en una lija más áspera que aquella pizarra de la primaria.
De una vez por todas abramos este regalo, esta oportunidad. Aprovechemos este paréntesis compartido de humildad por el que estamos pasando para preguntarnos: qué país queremos construir, en qué planeta queremos vivir y en qué tipo de ciudadanos debemos de transformarnos para lograrlo. De lo que hasta ahora creíamos que era “normal”, pensemos bien qué es lo que nos queremos llevar al nuevo mundo que, por deseo o porque es inevitable, ya hemos empezado a construir.
Este nuevo mundo, en el que los principales paradigmas se están desvaneciendo, nos da la extraordinaria oportunidad de co-crear desde un plano más horizontal, y nos pide a gritos y con urgencia máxima rediseñar la economía, reinventarla, tomando en cuenta lo que sabemos que funciona y descartando lo que no, en un planeta donde ahora se ha evidenciado que todos estamos interconectados y regidos por el principio de causa-efecto que nos recuerda que lo que perjudica al otro termina perjudicándome a mí.
Quiero vivir en un mundo donde sea tan importante mi beneficio como el beneficio de mi comunidad. Un mundo donde entendamos que la calidad de vida personal está intrínsecamente vinculada a la calidad de vida de los demás. ¿De qué me sirve que yo esté bien en un país en el que la mayoría no lo está?
Los desbalances materiales tan contrastantes generan un desequilibrio energético del que nadie, a la hora de cerrar los ojos por la noche, puede escapar. Es evidente que el sistema actual de producción bajo el cual se rige la sociedad ya no puede sostener un mundo que lo que pide a gritos es equilibrio material y espiritual. Ese nuevo mundo en el que muchos queremos vivir requiere, para construirse, comenzar por la co-creación de una nueva narrativa local y global.
COLUMNA
Un pequeño virus que puso en jaque al mundo
Por: Alejandra Sánchez Cabezas, médica, Máster en Epidemiología, Gestión y Políticas de Salud y Fundadora de Surcos Asociación Civil, Emprendedora Social de Ashoka Argentina.
Texto:
Este pequeño germen, la forma de vida más pequeña que existe, movilizó (y a la vez, paralizó) al mundo. ¿Qué necesitamos para hacer frente a esta nueva amenaza? Medidas tan sencillas como lavarse las manos y disminuir el contacto social. Pero no voy a repetir lo que abunda. En su lugar, quisiera proponer una reflexión guiada por cuatro preguntas:
¿Qué se necesita de nosotros en este momento? ¿Cómo podemos contribuir a mitigar la propagación y el daño del Coronavirus? ¿Cuáles son las estrategias claves para paliar esta pandemia? ¿Qué ventana de oportunidad se abre?
¿Qué se necesita de nosotros en este momento?
Son cuatro las estrategias que quienes tenemos roles de liderazgo podemos implementar: difundir información certera -y frenar rumores-; proponer medidas especiales -con personas que viven con alguna discapacidad, poblaciones más vulnerables, personas privadas de su libertad y personas de tercera edad, entre otras-, aportar estrategias de comunicación, de interacción y de trabajo innovadoras –con transferencia de conocimiento para quienes tienen menos acceso a nuevas tecnologías- y finalmente; sostener en el tiempo -es posible que esta pandemia dure varios meses y que se comiencen a incumplir las medidas sanitarias recomendadas-.
¿Cómo podemos contribuir a mitigar la propagación y el daño del Coronavirus?
Colaborando para que cada vez sean más las personas que cumplan con las medidas sanitarias. Si bien las complicaciones graves se presentan sólo en el 5% de las personas enfermas, tenemos que poner nuestro empeño en disminuir los contactos sociales para que la propagación del virus sea lo más lenta posible y así dar tiempo al sistema de salud para responder.
¿Cuáles son las estrategias claves para paliar esta pandemia?
Responsabilidad, solidaridad y compromiso. Responsabilidad, para cumplir con las indicaciones sanitarias. Solidaridad, con los grupos más vulnerados. Compromiso, con la salud de toda la población, porque cada uno de nuestros actos define en parte el devenir de esta pandemia.
¿Qué ventana de oportunidad se abre?
Quizás este sea una ventana de oportunidad para poner en evidencia por lo menos dos cuestiones. En primer lugar, que para transformar la sociedad, lo mismo que para mitigar el daño del Coronavirus, no se necesitan medidas sofisticadas, se necesita que cada una y cada uno de nosotros actúe de manera consciente del impacto de nuestras acciones sobre el resto de la sociedad. Y en segundo lugar, que las desigualdades sociales no sólo dañan a quienes la padecen, sino que nos involucran a todos.
Esta pandemia es un claro ejemplo. Si el lavado de manos y el aislamiento social son las dos medidas preventivas por excelencia, ¿qué pasa cuándo el 30% de la población está por debajo de la línea de pobreza, vive en condiciones de hacinamiento, no tiene acceso a agua segura, no accede al alcohol en gel, o a servicios de salud de calidad?
Usemos esta coyuntura para mostrar que las desigualdades nos dañan a todos y todas. El Coronavirus pone en evidencia que debemos corrernos de nuestras pequeñas ambiciones para pensar en la sociedad en su conjunto, comenzando por disminuir las desigualdades.
Sé parte del cambio Apóyanos!