Ciudades centauro: tecnología y futuros urbanos posibles

La inteligencia artificial también podría aprovecharse en la realidad urbana e impactar de manera positiva con el ambiente, optimizando la interrelación entre recursos y la propia naturaleza.

Por Natalia Costa Rugnitz y Nicolás Barriola.

 

Un centauro es una criatura con cabeza, brazos y torso humanos, por un lado, y cuerpo y patas de caballo, por el otro. La metáfora es clara: se trata de comunicar la idea de una composición que incluye en su seno elementos que, inicialmente, jamás podrían darse juntos naturalmente.

 

Si bien en la mitología griega -de donde proviene la imagen- los centauros son a menudo presentados como seres bestiales y sin ley, hay excepciones notables. A diferencia de sus parientes salvajes y desenfrenados, Quirón, por ejemplo, era civilizado, amable y conocido por su sabiduría. En algunas variantes del relato, se compadeció del destino de Prometeo -que robó el fuego a los dioses para entregarlo a los humanos y fue condenado, por eso, el suplicio eterno- y ofreció su inmortalidad a Zeus a cambio de la liberación del titán. Al final, Quirón murió y Prometeo fue liberado de su castigo.

 

“Robar el fuego a los dioses para entregarlo a los humanos” equivale, según la interpretación corriente del mito, a dar un conocimiento capaz de librar a los mortales de sus limitaciones. La figura del centauro aparece, en este contexto, como una fuerza que se alía, defiende y redime.

 

CENTAUROS CONTEMPORÁNEOS
2500 años más tarde, la idea del centauro vuelve a emerger, ampliándose en su simbología. En 1998, el campeón mundial de ajedrez Gary Kasparov fue derrotado por Deep Blue, una computadora diseñada por IBM. Algunos años más tarde, y luego de meditar una y otra vez acerca de la derrota, Kasparov pudo procesar el acontecimiento, inicialmente bastante traumático, por cierto. En lugar de frustración y resentimiento, el ruso le dio un giro inusitado a los hechos. Consciente de que competir contra un procesador de esta clase era una batalla perdida de antemano, decidió aliarse: si no puedes vencer al enemigo, únete a él.

 

En el ajedrez tradicional, los jugadores se enfrentan entre sí sin asistencia externa, mientras que en lo que posteriormente recibió el nombre de “ajedrez centauro”, un jugador o equipo de jugadores humanos utiliza un programa para recibir sugerencias y análisis durante la partida. La toma de decisiones se vuelve, así, colaborativa.

El resultado, en palabras de Kasparov, tiene que ver con un salto cualitativo en el que nuestra inteligencia no se ve sustituida, sino aumentada. La historia, dice el visionario ruso, es en su conjunto eso: la tecnología haciendo el trabajo del hombre, que de ese modo puede progresar. Con el advenimiento de la IA, lo que potencialmente estamos en condiciones de aumentar es nuestra inteligencia.

 

 

CIUDADES-CENTAURO
La lógica centauro, implícita tan claramente en esta visión del ruso, es actualmente un tema de intenso debate. ¿Cómo podría darse la colaboración humano-máquina en el contexto de la realidad urbana?

 

Reproduciendo el gesto kasparoviano, es posible imaginar innúmeras alternativas. Considérese, por ejemplo, el enorme problema de la contaminación atmosférica en la metrópoli. Una planificación urbana centauro podría no solo sugerir la mejor disposición de espacios verdes y edificaciones para mantener una temperatura adecuada en la ciudad, sino controlar automáticamente ciertas variables para mantener dicho equilibrio, teniendo en cuenta, por ejemplo, el movimiento del sol en cada estación del año y activando en el momento justo, cada día y en función de las condiciones puntuales, el sistema de riego de los parques en diálogo con las sombras proyectadas por las construcciones. De este modo, se optimizaría el uso de los recursos, con las evidentes consecuencias que eso trae a nivel ambiental y, de paso, se haría de la ciudad un entorno mucho más propicio para la vida de sus habitantes.

 

O consideremos la hipótesis de nano robots recorriendo las cañerías de agua potable bajo las calles, registrando en tiempo real los niveles de contaminación y las fallas que los ocasionan, enviando la ubicación exacta para que los técnicos correspondientes acudan a ejecutar las reparaciones en tiempo y forma, facilitando, además, instrucciones precisas sobre lo que precisa ser hecho o, incluso, acometiendo el ajuste autónomamente.

 

O también el transporte. Un transporte omni‑localizado, animado por la IA, se tornaría previsible casi por completo, quedando prácticamente obsoleto el uso de medios de transporte individuales ineficientes como el automóvil, que tantos problemas implican para la calidad de vida en las grandes ciudades.

 

Siguiendo a Kasparov, es fundamental darse cuenta que los teléfonos que llevamos en nuestros bolsillos -el soporte básico de la inteligencia artificial- son infinitamente más poderosos que Deep Blue. ¿Estamos explotando suficiente y adecuadamente sus posibilidades como cédulas conectivas en la retícula urbana? Falta un largo camino por recorrer, pero como en el caso del telescopio, una de las claves está en hacia dónde orientar los esfuerzos.



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