
Buganvilla
Por Nicolás Barriola Paullier
Nuestras ciudades ocupan los espacios que otrora pertenecían a la naturaleza y ésta parece reclamarlos en cada oportunidad que se presenta, pero es la simbiosis entre ambas que genera los paisajes más característicos que una urbe pueda dar. Quien visita París no puede olvidar la avenida Champs-Elyseès y sus plátanos orientales, grandes responsables de enmarcar las fugantes que tan famosa hacen a la Ciudad Luz. Pero si paseamos por Berlín tampoco podremos olvidar la famosa Unter der Linden, que debe su nombre a los frondosos tilos.
En Montevideo contamos con algunas avenidas y calles, cuya identidad se ve reforzada por la plantación de una única especie, la avenida Sarmiento y sus ginkgos, en el Prado la Avenida 19 de Abril y los plátanos que conforman una verdadera bóveda vegetal o la calle Millington Drake en Carrasco con los cipreses calvos, con ramas que cruzan de una acera a la otra. Tenemos también algunas con jacarandás, anacahuitas o incluso tilos, como en la calle Rivera a la altura de Malvín.
Pero el uso del vegetal como ornato público no solo está reservado para los paisajistas y planificadores que por otro lado parecen hoy más ocupados en otros menesteres. Somos también los propios ciudadanos quienes podemos definir la identidad de nuestro entorno. Tal es el caso de una pequeña zona del barrio Pocitos, enmarcada por las calles Cavia, Trabajo, Eufemio Masculino y José Félix Zubillaga, en la cual un peculiar emprendimiento dio como resultado el singular y colorido rasgo que la caracteriza.
Hace algunos años, la arquitecta Inés Sánchez, se propuso la tarea de repoblar esa árida zona con la necesaria componente vegetal, para lo que -dado lo angosto de las aceras-, pensó en utilizar la especie popularmente conocida como Santa Rita. Con el paso del tiempo y la complicidad de los vecinos, se logró no solo refrescar cualquier paseo por las estrechas aceras, sino también caracterizar una zona que hoy presenta lo que podría ser un defecto como su principal virtud.
El programa fue bautizado por su creadora como “veredas en flor”, imagen que se afianzó con el crecimiento de las plantas sobre las fachadas de muchas de sus casas y que nos recuerda que las ideas simples suelen ser las que mejor se desarrollan.
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